En cuanto se empieza a subir por la carretera que conduce de Santa Flavia al promontorio del Monte Catalfano, uno se da cuenta de que el destino no es sólo geográfico. El paisaje cambia, se abre al azul del mar Tirreno, abraza el cabo Zafferano y el golfo de Palermo, revela ensenadas y colinas cubiertas de matorral mediterráneo. Y luego, en la cima, cuando uno se detiene a mirar más allá de las últimas curvas, se da cuenta de que el tiempo ha dejado aquí una huella inconfundible, sedimentada en piedras, mosaicos, columnas. El Parque Arqueológico de Solunto es todo esto: un lugar donde la historia ha encontrado un hogar en una terraza natural con vistas al mar, en un raro equilibrio entre belleza y memoria.
Para el visitante, la experiencia en el Parque Arqueológico de Solunto no es sólo una inmersión en el pasado, sino un encuentro con una Sicilia culta, urbana y mediterránea. Aquí, donde vivieron griegos, púnicos y romanos, se camina hoy entre ruinas que hablan el lenguaje de la convivencia y el encuentro de culturas. El silencio del yacimiento arqueológico sólo se ve interrumpido por el viento y el canto de las gaviotas. Cada piedra parece contar una historia.
Orígenes fenicios y Solunto helenístico
El Parque Arqueológico de Solunto alberga los restos de una ciudad que tuvo más de una vida. La primera Solunto fue fundada por los fenicios entre los siglos VII y VI a.C., en una posición más baja que la actual, probablemente cerca de la costa. Era un asentamiento comercial, como muchas colonias fenicias en Sicilia, dedicado al intercambio marítimo, al contacto entre pueblos y a la circulación de mercancías e ideas. Hoy quedan escasos vestigios arqueológicos de aquella etapa, pero son fundamentales para comprender las raíces orientales de la ciudad.
Tras la conquista griega de la zona, hacia el siglo IV a.C., los habitantes de la antigua Solunto se trasladaron al actual promontorio, creando una nueva ciudad de trazado completamente helenístico. Esta es la Solunto que hoy podemos visitar en el Parque Arqueológico: una ciudad griega en su urbanismo, arquitectura y gusto artístico, pero abierta a las influencias púnicas y posteriormente romanas.
Conquistada por los romanos en el siglo III a.C., Solunto mantuvo cierta autonomía y prosperidad, al menos hasta el siglo I d.C., cuando comenzó un lento declive que la llevó al abandono. Pero lo que queda nos ofrece la viva imagen de una ciudad elegante, refinada y culta, asomada al Mediterráneo como una terraza de piedra y luz.
Paseando por la ciudad antigua: calles, casas, ágora y teatro
Al entrar en el Parque Arqueológico de Solunto, la primera impresión es la de una ciudad aún legible, ordenada, viva en su trazado. El plano urbano es regular: las calles discurren paralelas y ortogonales entre sí, dibujando manzanas rectangulares, según un esquema típicamente hipodámico. A lo largo de estas calles, pavimentadas y aún practicables, se asoman las domus, los edificios públicos y los espacios colectivos.
Las casas particulares son uno de los testimonios más interesantes del Parque Arqueológico de Solunto. Algunas conservan mosaicos en el suelo, columnas, patios interiores (peristilos) y cisternas para recoger agua. La llamada Casa de Leda, así llamada por un fresco que representa a Leda y el cisne, es una de las más conocidas: en ella se aprecian claramente las estancias residenciales, el gusto por la ornamentación, el cuidado en la disposición de los espacios.
Elágora, plaza central de la ciudad, era el corazón de la vida pública. Hoy se pueden ver sus contornos, los restos del stoai y de las tiendas que lo rodeaban, las escalinatas y los zócalos. No muy lejos se encuentra el teatro, construido aprovechando la pendiente natural del terreno, con una cavea orientada hacia el mar: una pequeña joya arquitectónica, con capacidad para 1.000 espectadores, que hoy transmite una imagen poética de la cultura antigua.
En la zona noreste del yacimiento se encuentran los restos de un gimnasio y estancias relacionadas con la vida pública y religiosa. El acueducto y los sistemas de canalización del agua también hablan de las habilidades técnicas de sus habitantes. El Parque Arqueológico de Solunto ofrece así una experiencia completa de una ciudad helenística: no un conjunto de ruinas dispersas, sino un sistema urbano coherente y reconocible, en el que el visitante puede orientarse e imaginar la vida cotidiana de la época.
Decoraciones y detalles: el rostro humano de Solunto
Uno de los aspectos más fascinantes del Parque Arqueológico de Solunto es la riqueza de detalles que aún se pueden observar. Algunas viviendas conservan frescos murales y pinturas decorativas, signo de un gusto refinado y de una clase social atenta a la belleza. Mosaicos geométricos, nichos votivos, altares domésticos y pequeñas inscripciones hacen tangible la presencia de quienes vivieron aquí.
La variedad lingüística también es notable: junto al griego, lengua oficial y culta, hay inscripciones en púnico y, más tarde, en latín. Este trilingüismo atestigua la multiculturalidad de Solunto, punto de encuentro de mundos diferentes.
En la parte más alta del parque, algunos edificios públicos albergaron probablemente funciones cívicas o religiosas, y aquí también quedan restos de decoraciones arquitectónicas, capiteles dóricos y jónicos y frisos. Todo el yacimiento da cuenta de la vida urbana de una época en la que Sicilia era realmente el centro del Mediterráneo.
Investigaciones arqueológicas y descubrimientos recientes
Las excavaciones en el Parque Arqueológico de Solunto comenzaron ya en el siglo XVIII, con exploraciones promovidas por eruditos locales y funcionarios borbónicos. Pero no fue hasta el siglo XX cuando el yacimiento se investigó con métodos científicos, sacando a la luz la ciudad en su totalidad.
Campañas más recientes, realizadas también en colaboración con universidades italianas y europeas, han profundizado nuestro conocimiento de los espacios residenciales y públicos. Se han encontrado in situ nuevos fragmentos de frescos, cerámicas de uso cotidiano, utensilios domésticos e incluso algunos elementos arquitectónicos. Especialmente interesante ha sido la recuperación de una cisterna monumental y de tramos del acueducto romano, lo que demuestra que Solunto estaba dotada de un eficaz y sofisticado sistema de abastecimiento de agua.
En la actualidad, el yacimiento está gestionado por la Región de Sicilia y forma parte del circuito de Parques Arqueológicos. Aunque menos conocido que Selinunte o Segesta, el Parque Arqueológico de Solunto se considera un raro ejemplo de ciudad helenística intacta.
El Parque Arqueológico de Solunto se encuentra en el municipio de Santa Flavia, a unos 20 kilómetros al este de Palermo. Se puede llegar fácilmente en coche por la SS113 en dirección Bagheria-Santa Flavia, o en tren (línea Palermo-Messina, parada Santa Flavia-Solunto-Porticello), desde donde es posible caminar o tomar un taxi hasta la entrada del yacimiento.
La entrada principal se encuentra a lo largo de la carretera que sube al Monte Catalfano. El parque abre todos los días de 9.00 a 19.00 en verano (última entrada a las 18.00) y hasta las 16.00 en invierno. La entrada de precio completo cuesta unos 4 euros, con una reducción de 2 euros para los ciudadanos de la UE de entre 18 y 25 años. La entrada es gratuita para los menores de 18 años y durante los días de promoción del Ministerio de Cultura.
En el interior del parque hay un anticuario, actualmente reorganizado como museo, en el que se exponen objetos procedentes del yacimiento: cerámicas, lámparas de aceite, monedas, inscripciones y reconstrucciones. No hay bares ni servicios de restauración, pero en las cercanas Santa Flavia o Porticello es posible encontrar restaurantes y trattorias típicas donde completar la visita con sabores locales. Se recomienda llevar agua, calzado cómodo y sombrero, sobre todo en verano.
Además de su valor histórico, el Parque Arqueológico de Solunto ofrece una de las vistas panorámicas más extraordinarias de la costa tirrena siciliana. La vista del golfo, las Islas Eolias en el horizonte en los días claros, el perfil de las Montañas Madonie al sur: todo contribuye a hacer de la visita una experiencia que combina conocimiento, emoción y belleza.