La Catedral de Siracusa: el estilo helénico se encuentra con el barroco

gestione

La Catedral de Siracusa, situada en el corazón palpitante de Ortigia, no es simplemente un lugar de culto; es una entidad viva, un organismo arquitectónico que respira la historia milenaria de Sicilia.

Sus muros hablan de esplendor griego, conversiones cristianas, dominación extranjera, terremotos y reconstrucciones. Cruzar su umbral no es sólo entrar en una iglesia, sino embarcarse en un viaje en el tiempo, una exploración de capas culturales superpuestas, un diálogo ininterrumpido entre paganismo y cristianismo, Oriente y Occidente.

Ortigia: isla sagrada, encrucijada de civilizaciones

La isla de Ortigia, núcleo original de Siracusa, es un microcosmos de la historia mediterránea. Habitada desde el siglo XIV a.C. (como demuestran los artefactos de la Edad de Bronce), se convirtió en el centro de la colonia griega fundada en el 734 a.C. por Archia, un aristócrata corintio.

Su situación estratégica, la presencia de manantiales de agua dulce (el mítico manantial de Aretusa) y su configuración de puerto natural la convirtieron en un lugar ideal para el asentamiento y desarrollo de una de las polis más poderosas del mundo griego.

El templo de Atenea: Naos dórica, corazón palpitante de la polis

La construcción del templo dedicado a Atenea, la poliàs (protectora de la ciudad), no fue sólo un acto religioso, sino también político y simbólico. Su construcción, probablemente iniciada bajo el tirano Gelón tras la decisiva victoria de Imera sobre los cartagineses (480 a.C.), consagró definitivamente el poder de Siracusa en el Mediterráneo.

Las fuentes literarias antiguas, en particular Cicerón en las Verrinas, nos ofrecen la imagen de un templo de extraordinaria riqueza y magnificencia. Era un hexástilo dórico períptero, con 6 columnas en los lados cortos y 14 en los largos (una ligera diferencia con el templo de la Concordia de Agrigento, que tiene 13).

Las dimensiones eran imponentes: unos 55 metros de largo por 22 de ancho. La orientación, con la fachada hacia el este, seguía el canon griego, permitiendo que los primeros rayos del sol iluminaran la estatua de la diosa en el interior de la cella.

Cicerón describe las puertas del templo, con incrustaciones de oro y marfil, y el famoso escudo dorado en la parte superior del frontón, que servía de faro para los navegantes. En el interior, la cella albergaba probablemente una estatua criselefantina (oro y marfil) de Atenea, similar a la realizada por Fidias para el Partenón de Atenas.

Fragmentos de terracota arquitectónica policromada, hallados durante las excavaciones, atestiguan la viva decoración cromática que caracterizaba originalmente al templo, en contraste con la imagen monocroma que tenemos hoy de los monumentos antiguos. Las metopas, hoy perdidas, debieron de representar escenas mitológicas, tal vez vinculadas a la figura de Atenea o a episodios de la historia de Siracusa.

La conversión: un proceso gradual y complejo

La transformación del templo de Atenea en catedral cristiana no fue un acontecimiento repentino, sino un proceso gradual que se desarrolló a lo largo de varios siglos. La tradición cristiana atribuye a San Pablo, de camino a Roma (Hechos de los Apóstoles, 28, 12), una breve parada en Siracusa, donde se dice que predicó durante tres días. San Marciano, enviado por San Pedro, es considerado el primer obispo de la ciudad y el fundador de la comunidad cristiana de Siracusa.

Es probable que, en los primeros siglos del cristianismo, el templo siguiera coexistiendo con los nuevos lugares de culto cristianos. La transformación definitiva en basílica tuvo lugar probablemente bajo el obispo Zósimo, en el siglo VII d.C.

Las obras de adaptación consistieron en cerrar con muros los intercolumnios del peristilo, creando así las naves laterales. Se abrieron ocho arcadas en cada lado largo de la cella, transformándola en nave. Se mantuvo la orientación del edificio, al contrario que en muchos otros casos de conversión de templos paganos en iglesias (en los que la entrada solía desplazarse hacia el oeste).

Evolución arquitectónica: una adición continua

La intervención de Zosimos fue sólo la primera de una larga serie de alteraciones y ampliaciones que configuraron el aspecto actual de la catedral. En la época bizantina, el edificio se enriqueció con mosaicos, de los que quedan muy pocos vestigios. Con la conquista normanda (1086), la catedral sufrió nuevas transformaciones: se elevó el campanario y probablemente se rehizo el tejado.

El terremoto de 1542 y, sobre todo, el devastador de 1693, causaron graves daños a la estructura, haciendo necesaria una reconstrucción radical de la fachada. El encargo recayó en el arquitecto palermitano Andrea Palma, que diseñó la actual fachada barroca, terminada en 1754.

La fachada barroca: un himno a la luz y al movimiento

La fachada de Andrea Palma es una obra maestra del barroco siciliano, caracterizada por una exuberante riqueza decorativa y un dinamismo que contrasta con la severa estaticidad de las columnas dóricas. La fachada está dividida en dos órdenes, marcados por columnas y pilastras.

El orden inferior está dominado por el portal central, flanqueado por dos pares de columnas retorcidas, que crean un fuerte efecto de claroscuro. El orden superior, más retrasado, presenta una gran ventana central y dos hornacinas con las estatuas de San Marciano y San Pedro.

Como remate, un tímpano curvilíneo coronado por la estatua de la Inmaculada Concepción. El uso de distintos materiales (piedra caliza blanca para los elementos arquitectónicos, arenisca amarilla para el fondo) acentúa el contraste cromático y la plasticidad de las formas.

El interior: un diálogo entre lo antiguo y lo moderno

El interior de la catedral, con sus tres naves, es un extraordinario ejemplo de integración de elementos arquitectónicos de distintas épocas. Las columnas dóricas del templo, incorporadas a los pilares, son inmediatamente visibles y constituyen el elemento más llamativo del edificio. Su maciza presencia, con sus afiladas flautas, evoca el poder y la solemnidad de la arquitectura griega.

La nave, cubierta por un artesonado de madera (reconstruido en el siglo XIX), conduce al altar mayor, coronado por un elaborado copón barroco de mármol policromado. Numerosas capillas, también ricamente decoradas en estilo barroco, se abren a los muros laterales.

Entre las capillas, merecen especial mención las siguientes:

  • La Capilla del Sacramento: un triunfo de mármoles mixtos, estuco dorado, frescos y esculturas, un magnífico ejemplo de horror vacui barroco. El altar, obra de Luigi Vanvitelli, es una obra maestra de la marquetería.
  • La Capilla de Santa Lucía: Dedicada a la patrona de Siracusa, es el corazón devocional de la catedral. La obra maestra de Caravaggio, El entierro de Santa Lucía (1608), actualmente expuesta en el Museo Regional del Palacio Bellomo por motivos de conservación, se encontraba originalmente aquí. La capilla alberga el simulacro de plata de la santa, realizado en 1599 por Pietro Rizzo, que se saca en procesión durante las fiestas lucianas (13 de diciembre y primer domingo de mayo).
  • El Baptisterio: situado en una sala que se cree que formaba parte del opistódomo del templo griego, conserva una pila bautismal de época normanda realizada a partir de una antigua jofaina.

Santa Lucía: devoción popular e iconografía

La figura de Santa Lucía, virgen y mártir de Siracusa, está indisolublemente unida a la catedral y a la ciudad. Su historia, transmitida a través de pasiones legendarias, la presenta como una joven cristiana que, durante la persecución de Diocleciano (principios del siglo IV), sufrió el martirio por su fe. Su iconografía tradicional la representa con los atributos del martirio (la palmera) y con un plato o copa que contiene sus ojos, arrancados según la leyenda.

Visitar la catedral: una inmersión en la historia y el arte

La Catedral de Siracusa es un lugar que requiere una visita cuidadosa y consciente para poder captar plenamente su riqueza histórica y artística.

Información práctica: Consulte siempre los horarios actualizados y las modalidades de acceso, que pueden variar.

Consejos de visita:

* Luz: la luz natural desempeña un papel fundamental en la iluminación del interior. Las distintas horas del día ofrecen atmósferas diferentes, ahora realzando las columnas dóricas, ahora los detalles barrocos.

* Contemplación : Tómese tiempo para la contemplación silenciosa. Siéntate en un banco y déjate envolver por la atmósfera del lugar.

* Conexión: Busca conexiones, intenta imaginar el templo griego, los rituales paganos. La catedral es un pasaje continuo.

* Ortigia: Una visita a la catedral es una oportunidad para explorar Ortigia, una joya de historia, arte y belleza. Piérdase por sus callejuelas, admire los palacios barrocos, descubra las huellas de su pasado griego y medieval.

Un monumento vivo, un patrimonio para compartir

La Catedral de Siracusa no es un hallazgo arqueológico, sino un organismo vivo que sigue evolucionando y dando testimonio de la fe, la cultura y el arte de un pueblo. Es un patrimonio de la humanidad que tenemos el deber de conservar y valorizar, pero sobre todo de comprender y transmitir a las generaciones futuras. Es una invitación a redescubrir nuestras raíces, a dialogar con el pasado y a construir un futuro consciente de nuestra identidad.

Condividi questo articolo
Lascia un commento